EL IDIOMA ESPAÑOL EN LOS NEGOCIOS
Artículo de Carlos Marina sobre la imprtancia de nuestro idioma en el mundo de los negocios.
El idioma español, UNO de nuestros
principales activos economicos
La creación en 1991 del Instituto Cervantes, siguiendo la estela del Goethe Institute, el British Council o la Alliance Française, fue una señal inequívoca de que por fin empezábamos a valorar como país el aspecto no solo cultural, evidente de nuestra lengua desde hace siglos, como del económico, no tan claro a veces. Hoy esta institución ya está presente en 74 ciudades, de 42 países y acoge en sus aulas a 250.000 estudiantes, con un incremento de 15 veces respecto a los que tenía en 1993.
Nuestro idioma, de cuyos primeros testimonios escritos en San Millán de la Cogolla han pasado ya diez siglos, lo estudian hoy como lengua extranjera más de 20 millones de personas en todo el mundo. Y es el preferido como segunda lengua en la escuela en muchos países europeos, al desplazar al francés y al alemán, con 3,5 millones de estudiantes.
Muchos no lo saben, pero el español es hoy el segundo idioma más usado como medio de comunicación a nivel mundial (¡y hay 6.900 en uso!, aunque el 96% de la Humanidad se entiende en solo el 4% de las lenguas), después del chino mandarín y antes que el inglés. Se habla por más de 550 millones de personas, en 21 países. Se estima que dentro de tres o cuatro generaciones, el 10% de la población mundial se entenderá en español.
En el mundo digital, tampoco le va mal: es la tercera lengua global más utilizada en la Web 2.0, donde el 8% de los usuarios se comunican en español y es la segunda más utilizada en las dos principales redes sociales: Facebook y Twitter.
Una gran ayuda sin duda es la que representa el cambio demográfico que se está produciendo en los últimos años en los Estado Unidos: su población hispana ronda actualmente los 52 millones de personas. En 2050 será el primer país hispanohablante del mundo. En distintos viajes a lo largo de los años, he ido comprobando personalmente con satisfacción como el bilingüismo se iba imponiendo en ciudades del norte de ese gran país, como Chicago o Nueva York, ya no era solo en los estados más “hispanos” del “sunbelt” (Tejas, Arizona, Nuevo Méjico, etc.). Y veía como se iba pasando de considerarla una lengua vergonzante, de “wetbacks”, de inmigrantes pobres, a encontrarte secciones en español en las grandes librerías de esas metrópolis. Y es que los latinos están desplazando a los afroamericanos como la primera minoría en el país. La población hispana es más joven que la media estadounidense con una clara tendencia a acceder a ser parte de su clase media, por tanto, la de la primera economía del mundo.
Otras grandes oportunidades de crecimiento se dan en Brasil, con el portugués rodeado de español por todos lados, cuyo gobierno ha hecho obligatoria las clases de español en la enseñanza media. Un proceso paralelo empieza a ocurrir en Filipinas, donde se reintrodujo en 2010, en un sistema escolar dominado hasta entonces por el inglés desde 1898. En África debería ser cuestión de Estado esforzarnos por expandirlo a partir de Guinea y del Sahara, apoyando su crecimiento tanto en un Marruecos muy francófono, por dejadez de España, como en el resto del continente.
La RAE ayuda, pues es casi como una prestigiosa federación de las 22 academias, haciendo que la imagen de una lengua española homogénea esté asociada como lengua franca, a la difusión de una cultura internacional de calidad. Las empresas editoriales españolas (las cuartas más potentes a nivel global) tienen 162 filiales en el mundo, repartidas en 28 países, pero también televisiones, agencias de publicidad, el cine, la música, los medios de comunicación, la producción científica e intelectual son sectores de actividad que se benefician de ello. Un 4% de nuestro PIB seria atribuible estrictamente al valor de esas industrias culturales que emplean a medio millón de personas. El valor de pertenecer a un mismo grupo lingüístico aumenta con el número de hablantes, ya que las posibilidades de transacciones e intercambios se multiplican. Por tanto, la demografía es el primer factor sobre el que se asienta la potencia económica de un idioma. Se dice que compartir el español aumenta el comercio bilateral en cerca de un 290%.
España es el segundo país de destino de los estudiantes norteamericanos para completar su formación (pensemos en su impacto en ciudades como Salamanca) y el primero para los becarios europeos del programa Erasmus. Casi un millón de turistas viajaron a España en 2014 por motivos de estudios (1,4% del total). Muchos de estos viajes se engloban en el denominado turismo idiomático, beneficiando a academias de idiomas, universidades, sector hotelero, etc. Y el número de ese tipo de viajeros no deja de crecer, aunque estamos lejos de explotar esta rentable industria como lo hace Gran Bretaña con el inglés.
Y aunque es fácil de aprender, pues se pronuncia igual que se lee y siempre ha tenido embajadores, antes los judíos sefarditas, desplazados a la fuerza por medio mundo, hoy los profesionales de nuestras multinacionales en expansión y nuestros prestigiosos cocineros, hay mucho por hacer para “vender” más y mejor nuestro idioma, para hacerlo respetar: ¿os acordáis de cuando hace no mucho, los teclados de los ordenadores no tenían la letra ñ? Y es que aunque el español ocupa la tercera posición en cuanto al reconocimiento como lengua de trabajo dentro del sistema de las Naciones Unidas y la cuarta en el ámbito institucional de la Unión Europea, la mayoría de los textos en español generados por esas organizaciones son traducciones de otros idiomas. España solo ocupa el octavo puesto en Wikipedia y el noveno en la producción científica.
“El enemigo del español no es el inglés, sino la pobreza”, decía Antonio Muñoz Molina, lo que se ha convertido en un símbolo del fuerte vínculo existente entre lengua y economía. Así, los economistas han distinguido al menos tres funciones económicas de la lengua: como mercado, como soporte de la comunicación y de la creación y como idioma para el comercio, pues facilita las inversiones internacionales, al reducir los costes de transacción y acortar la distancia cultural entre los agentes económicos.
Desde una perspectiva económica, la lengua es un componente esencial del capital humano y social de una comunidad. De hecho, se estima que un 15% del producto interior bruto de un Estado está vinculado a la lengua. Tomando esta última cifra como referencia, el “PIB en español” se situaría en 4,1 billones de euros en el mundo. Se puede concluir que la contribución del conjunto de hispanohablantes al PIB mundial es de aproximadamente un 10% del total. Estas cifras muestran al español como uno de nuestros principales activos inmateriales y lo consolidan como un idioma imprescindible para la economía de mercado global del siglo XXI. Es un bien público con economías de adopción (a más uso, más beneficios). Sepamos aprovecharlo.
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